Capitulo
vigesimo segundo "alimentos, parte dos"
No es necesario salir de España para experimentar sensaciones extremas.
Viaje hace veinte años, a la España profunda. Destino: Cuenca. Base operativa: Cañamares. Comando: cuatro valientes. Riesgo, máximo. Enemigos: un monton de manchegos malencarados y cabreados.
Caimos el jueves santo a Cañamares, como se llegaba a destino cuando las carreteras eran un infiedddno y los viajes costaban el doble de tiempo, o sea, con sed y hambre.
Un bar, pero bar bar. Una barra tan alta que yo llegaba lo justo forrada con un friso de plástico, una iluminación que eran unos flurescentes de los de la cocina, vajilla duralex de la de culo gordo, latas de pepinillos revenidos, expositor de cintas VHS con combates de boxeo, y como concesión decorativa, un poster de rocky I marcando musculo enmarcado con espumillón de navidad.
Y el espacio de suelo comprendido entre la bara y un metro de la barra, lleno de cáscaras y cabecicas de gamba.
Me fijo en la barra, y el demonio que llevo dentro se frota las manos:
"buenas tardes"
"buenas tardes. ¿que van a tomar?"
"cerveza, cerveza, cerveza y ¿tu?"
"una cocacola"
"Pues tres cervezas y una cocacola" "Ahhh, y ponganos una ración de gambas"
"lo siento caballero, gambas sólo hay los domingos"
Mi demonio particular se retorcía de risa en mi interior mientras contemplaba los restos fosilizados en el suelo de decenas de crustaceos en un dia tan señalado como Jueves Santo
Y ya por lo bajo:
"o este hijoputa tiene mucha clientela los domingos, o aquí hay restos de mas de un fin de semana"
No es necesario salir de España para experimentar sensaciones extremas.
Viaje hace veinte años, a la España profunda. Destino: Cuenca. Base operativa: Cañamares. Comando: cuatro valientes. Riesgo, máximo. Enemigos: un monton de manchegos malencarados y cabreados.
Caimos el jueves santo a Cañamares, como se llegaba a destino cuando las carreteras eran un infiedddno y los viajes costaban el doble de tiempo, o sea, con sed y hambre.
Un bar, pero bar bar. Una barra tan alta que yo llegaba lo justo forrada con un friso de plástico, una iluminación que eran unos flurescentes de los de la cocina, vajilla duralex de la de culo gordo, latas de pepinillos revenidos, expositor de cintas VHS con combates de boxeo, y como concesión decorativa, un poster de rocky I marcando musculo enmarcado con espumillón de navidad.
Y el espacio de suelo comprendido entre la bara y un metro de la barra, lleno de cáscaras y cabecicas de gamba.
Me fijo en la barra, y el demonio que llevo dentro se frota las manos:
"buenas tardes"
"buenas tardes. ¿que van a tomar?"
"cerveza, cerveza, cerveza y ¿tu?"
"una cocacola"
"Pues tres cervezas y una cocacola" "Ahhh, y ponganos una ración de gambas"
"lo siento caballero, gambas sólo hay los domingos"
Mi demonio particular se retorcía de risa en mi interior mientras contemplaba los restos fosilizados en el suelo de decenas de crustaceos en un dia tan señalado como Jueves Santo
Y ya por lo bajo:
"o este hijoputa tiene mucha clientela los domingos, o aquí hay restos de mas de un fin de semana"
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