lunes, 7 de enero de 2019

Capítulo ducentésimo quincuagésimo sexto: "De reencuentros"

Música de hoy, pues toca la que toca para estas ocasiones. "Cruzando el paraíso"


Bajo el toldo del Turuta


Los que tenéis la santa paciencia de seguirme veréis que uno de los fijos semanales, el del lunes para mas señas, es ese de "capítuloducentésimoquinc......" en el que os hablo de mis devenires por los mundos de Manitú. Con esta ya son doscientas cincuenta y seis entradas hablando de chascarrillos. vivencias y recuerdos de los viajes. Todas ellas tienen eso en común, todas han sido escritas con los posos que han quedado en mi cabeza de cada uno de los viajes

Desde el primero en el que dos agropecuarios de pueblo nos fuimos en moto hasta Grecia hasta este último de  Madagascar pasando por aquel en Tanzania en el que vi a una niña a la que le iban a hacer la ablación, todas las entradas han sido producto de un viaje, o mejor dicho, de algo raro o curioso que ha pasado en un viaje

Pues bien, la de hoy es diferente. Es  fruto de un viaje pero no es producto de un viaje. Me explico

Hallábame yo tan tranquilo y sin meterme con nadie, como suelo hacer un viernes a las diez de la noche, disfrutando de una agradable noche de invierno a siete grados de temperatura y sentado en una terraza de espaldas a la plaza de mi monumental pueblo y con una cerveza encima de la mesa. En esto, una voz conocida a mis espaldas

"Holaaaa Jesús"

Yo me vuelvo, que es lo que hacen las personas educadas cuando son interpeladas, y lo que vi era de lo mas normal. Allá estaban tres de mis compañeras de este último viaje.

Normal. Todo normal

Lo que pasa es que me empezó a extrañar el paisaje y el paisanaje. No veía ni las canoas ni los todorerrenos por ningún lado. Así mismo la temperatura era extrañamente gélida para ser Madagascar. Así mismo no había ninguna hoguera en mi proximidad. Y ese día tampoco recordaba haber visto ningún incendio en la lotananza. Luego ¿Que carajos hacía yo en Madagascar con cazadora de invierno?

Sacudí un par de veces la cabeza. Allá había algo que no encajaba. Estaban las caras de Claudia, de Yoli y de Noe, pero no había nada mas de paisaje malgache.

Miré la mesa y me dije a mí mismo

"A ver Jesús. Es la cuarta cerveza, y tú te puedes beber un pantano. O sea que esto no es producto del abuso del alcohol"

Los estupefacientes hace ya muchos años que los dejé. O sea que de eso no era.

Seguí rascándome la cabeza e intentando enfocar la vista. Ahora las caras de Claudia, de Yoli y de Noe estaban a carcajada limpia

"Holaaaaaa"

Yo ya asumí lo evidente. No estaba en Madagascar, estaba en Peralta Monumental, pero estaban allá de cuerpo presente esa tresena que os he nombrado. Allá, a las diez de la noche de un viernes. Se habían venido desde Barcelona a "hacerme una visita" sin otro quehacer. Con dos cojones.

Fue en ese momento cuando mi entrenado cuerpo de crosstrain reaccionó. Casi veinte segundos me costó asumir lo evidente. 

"¿Pero que hacéis aquí? ABRAZO DE OSOOOOOO"

Qué queréis que os cuente amigüitos. Bajo este aspecto rudo, late un corazón y ya me diréis quien no se conmueve ante semejante muestra de afecto. Pues allá, el viernes catorce de diciembre de 2.018, bajo el toldo del "Bar Madrid" cuatro amigos se abrazaron y se reencontraron. Cuatro personas que se habían conocido en el aeropuerto de Adiss Abeba y que un mes después habían forjado una gran amistad, se volvieron a abrazar. 

Aquellas espaldas que el día veintisiete de septiembre yo había visto, se tornaron rostros de nuevo. Y rostros con sonrisas, que es como tienen que ser los rostros.

Bueno, pasadas las primeras efusividades recuperé mi hieratismo habitual y me hice cargo de la situación. Lo primero  es lo primero, así que tocó cenar. Mientras cenábamos yo estaba rascándome la cabeza en el sentido figurado. A ver que carajo hago yo ahora, donde les doy asilo a tres refugiadas.


Por la Calle Mayor, camino del Akelarre a cenar

Pero bueno, uno es un caballero aunque no tenga caballo.

Así que galantemente les cedí mi casa. Dos a mi cama. La otra a mi sillón. Y yo con una manta a mi antigua cama de adolescente a la casa de mi madre. Y esto es algo que en ese momento no les dije, pero que ahora ya se puede contar. Cuando hice la reforma en la casa de mi madre dejé la calefacción solo en la planta baja, que es la que ella ocupa. La planta de arriba, donde yo dormí, está sin calefactar.

Pero bueno, ¿Qué es eso para un tipo que hace crosstrain en Peralta y se ducha con fría?. Pues una jodienda, eso es lo que es. Ahora bien, ¿Que no hacer por tres amigas que se han cruzado media España para ver a uno? Pues todo lo que haga falta, hasta jugarse un catarro. De todas formas no es para tanto. En diciembre en Navarra, no hace casi frío

Al otro día madrugamos y a las ocho ya estábamos en camino. Quería que vieran un poco los paisajes que tenemos por esta zona. No protestaron, así que doy por hecho que lo hicieron a gusto. Para las nueve y media estábamos en Falces y allá nos metimos un almuerzo como Manitoú manda. Después vuelta por la otra orilla del río y por los sotos al pueblo. Para las doce, de nuevo por nuestro monumental pueblo y le dimos duro al vermouth


Pedazo de foto de Noe, amaneciendo al lado del río


Foto de Claudia, de vuelta por la margen izquierda

El caso es que ese día yo estaba invitado a una comida de empresa. Allá se quedaron las tres en mi casa echando la siesta. Y como ya mi madre las había adoptado pues se portó con ellas como una madre con sus hijas. Tortilla de patatas y roscos de Peralta comieron

¿Que es el sábado 15 de diciembre en Peralta Monumental? Pues la fiesta de Santa Lucía. Así que vinieron invitadas a mi sociedad y en pocos minutos ya formaban parte del paisanaje. Un poco alucinaban del ambiente, hay que decirlo. Y para bien, también hay que decirlo

Una de ellas, Yoli, ha vivido varios años en Vitoria. Y cuando nombré que "vais a bajar a mi sociedad" no pudo menos que explicarles a las otras dos "el gran honor que es que te inviten a una sociedad en Navarra o País Vasco. Es el top". 



En el afamado Club Náutico de Peralta

De nuevo el sábado acabé en mi gélido cuarto de adolescente. Es lo que toca

El domingo rabié a las ocho de la mañana como una culebra. Estaba lloviendo, cosa que condiciona bastante el "que hacer, a donde ir". Cogimos el landrover y nos largamos a la sierra. Allá conocieron a un personaje de Peralta Monumental, a Alfredo, el cual con su filosofía y su forma de ver la vida se ganó su atención. Afortunadamente paró de llover y Alfredo ya nos había dado de almorzar. Así que hicimos un paseo por la sierra ya bajo un cielo azul y despejado. Y acabamos en la parte del incendio, donde les solté la chapa y la murga con lo que habíamos hecho allá. Estoicamente lo soportaron; después de haber soportado día y medio de botes por la nacional cinco malgache, el tostón mío es llevadero.

Nos fuimos a comer, un café, que lo alargamos todo lo alargable dado que a ninguno de los cuatro nos apetecía despedirnos, abrazo de oso y cada uno para su casa. Que ellas tenían seiscientos kilómetros por delante

Pues fue un fin de semana especial con tres mujeres especiales. 

A mí me pasó lo que siempre me pasa con la gente que quiero. Que da igual el tiempo que haya pasado desde que no te ves. Da igual que sea un mes que diez años. A los diez minutos de conversación, parece que el tiempo no haya pasado

Pues el abrazo que nos dimos Claudia, Noe y Yoli lo hago extensivo al resto del grupo, a Gema, Maribel, Jaime y Edu. Fue un gran viaje  y mucha responsabilidad de lo bien que lo pasé la tenéis vosotros.

Esta primavera, otro reencuentro. Que ya vale de espaldas. Que vivan las caras.


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