lunes, 29 de octubre de 2018

Capítulo ducentésimo cuadragésimo sexto: "Bonanga, nuestro hijo"

Música de hoy, una versión de "Child in time" en la voz de la insuperable Candice Night. Siempre lo digo, un genio no es el mejor si no el que primero hace algo diferente. Guitarristas mejores que Blackmore los hay a cientos, pero el creó un estilo. Y con casi setenta años, lo sigue haciendo. Si juntas todo, la guitarra de Blackmore y la voz de Candice sale algo tan espléndido como esto. La canción tarda en entrar, que están un rato recreándose con las chiflas





Viajar por el África que no es la de los safaris es algo muy sencillo de hacer. Basta con asumir que en el momento que sales de tu tienda de campaña o de tu hotel por la mañana lo que tienes por delante es un montón de horas de sorpresa continua. O sea, que en cuanto pones el pie en la calle-arena-agua lo primero que tienes que pensar es

"A ver que carajo pasa hoy"

Por que África es eso, el continente donde pasan cosas y el continente donde la gente hace cosas diferentes a las que estamos acostumbrados. Así que sigo contándoos cosas de las que nos pasaron en esa primera fase del viaje, en la que remamos como galeotes por el río Manambolo

Total que el primer día íbamos a iniciar nuestra navegación por la tarde. Y para sorpresa nuestra nos encontramos con que teníamos un pasajero. Un niño de cinco años: Bonanga, el chiquillo que nos acompañó durante tres días y que su familia nos lo confió a nosotros y a nuestros remeros. El motivo es que el peque iniciaba la escuela en un pueblo que estaba tres días mas abajo en el río y su familia vio la oportunidad perfecta para mandarlo. Aprovechar que nosotros bajábamos para que fuese con nosotros a reunirse con su familia aguas abajo

Es que esto lo miras con nuestra mentalidad y directamente te estalla la cabeza sin pasar por la casilla de salida y sin cobrar las veinte mil pesetas. Imaginad que tenéis un crío de esa edad y que tiene que ir lejos. Pues no hay problema. Cojo y lo empaqueto con unos desconocidos y con otros tipos de mi pueblo que sí, que los conozco..... pero poco. Y lo monto en una canoa en medio del blanco, el negro y al lado del pollo. Y tira, hijo mío, no des mucha murga y con tus tíos interno

Pues eso es lo que nos ocurrió. En la canoa de Edu viajó el crío tres días. Dormía en el campamento con nosotros, se montaba muy formalito en su sitio sin que se notara su presencia y observaba las cosas que hacían los blancos.

La primera tarde Edu fue a romper el hielo con el crío. Y como desde una distancia de veinte metros fue hacia el crío moviendo los brazos, gesticulando y gritando

"¡¡¡¡¡SALAMAAAAA!!!"

Que quiere decir 

"¡¡¡¡HOLAAAAA!!!!"

El crío no dijo ni media. Se quedó mirando al blanco raro que hacía cosas raras con ojos como platos y punto. Pero lo cierto es que pronto Edu se ganó su confianza y se pasó todo el viaje chocando la mano con el. De vez en cuando oías desde el río

"¡¡¡LE CAPITANNNNNN!!!!"

Y seguido una palmada. Si tenías a tiro visual al crío veías que cada vez se reía mas. Estuvo a gusto el chaval

Pero hubo una cosa que me llegó al alma. A mí, a un tipo recio de palillo al morro, donde lo veis amigüitos. Hasta yo me conmuevo. La primera noche prepararon la cena. Había una ensalada que estaba como dios de buena. Un montón de tomate con otras cosas y con maíz dulce que había llegado dentro de latas. Pues en cuanto Bonanga vio una de las latas vacías, se apoderó de ella y no la soltó en todo el viaje. Era..... su vaso. 

Aunque os parezca recio los nativos beben directamente del río. Se supone que "están acostumbrados" a la microfauna del lugar; pero lo cierto es que de vez en cuando se pillan cada mierda intestinal que para qué. Pero bueno, así lo hacen. El caso era que Bonanaga usaba como os digo su latita de maíz dulce como vaso para beber desde el río. Te fijabas en el crío y eso hacía; cuando le entraba sed metía la lata en el agua del río y hala, trago que te crío. Y siempre tras el desayuno, la comida o la cena se cogía un chusco de pan y cuando le entraba hambre mojaba un trozo en el río y hala, para dentro. 

El caso es que al crío le cogimos cariño. Ni nos enterábamos que estaba entre nosotros, pasaba totalmente desapercibido sin dar ningún tipo de murga ni molestia. Se sentaba muy modoso en la playa del río y allá se quedaba, observándonos. Cosas de críos

Al tercer día nos despedimos de él. Paramos en una orilla y el remero que viajaba con Bonanaga y Edu le dio indicaciones de por donde tenía que ir. Bonanga cogió su hato de ropa, su lata de maíz y con sus cinco años de vida  echó a andar por el sendero hacia el pueblo, que debía estar como a un cuarto de hora o así. 

Solo. Con cinco años. En mitad de ningún lado, en un sitio desconocido para él y a tres días de su pueblo, donde había dejado a su familia directa. Sin un lamento y sin un lloro.

Simplemente, echó a andar sin volverse a mirar atrás.

Os pongo alguna foto mas


Por la noche. Fijaos que Bonanga abulta menos que una perola


Y ahí, en medio, viendo lo que hacen los adultos








3 comentarios:

  1. Le capitannnn! Ahí se quedó pobre hijo mío!!!!

    ResponderEliminar
  2. Claro que te conmueven, eres chicharrón del norte pero con sentimientos. Se me ponen los pelos de punta...si se me ocurre dar a mí un pequeño sorbo de esa agua, muero seguro!!

    ResponderEliminar