lunes, 11 de diciembre de 2017

Capítulo ducentésimo décimo sexto "Soy capitan, soy capitan, de un barco inglés......."

Música de hoy, ¿Quien no ha cantado esta canción infantil?





Cuando llevas unos pocos días en Madagascar te das cuenta de lo complicado que resulta moverse por ese país. El África continental es otra cosa; allá es un paisaje que lo que predomina es la llanura. En cambio en la isla la orografía es hostil. Una sucesión de montes, montañas, barrancos y ríos hacen que el trazado de cualquier carretera sea muy complicado. Y si encima lo añades a que los malgaches tienen menos dinero que un hombre en la ducha, pues está todo dicho

En la época colonial, y como buena colonia que era, había que sacar todo lo que pudiera de ellos. Pero claro, eso conlleva el "como lo saco". Pues los franceses para ello idearon dos formas. Hoy os cuento la primera

La costa este de Madagascar (según se mira el mapa, la de la derecha) es complicada. Está abierta al Océano Índico y por decirlo de una forma sencilla es el paraíso de los surferos. O sea que tiene un oleaje que para qué que dificulta enormemente la navegación costera. El día que llegamos al mar yo llegué con las intenciones de pegarme un chapuzón. Pero visto el oleaje, el mar de fondo y la resaca que había aquello hacía desistir hasta a un consumado crosstrainer como sabéis que soy yo. El mar es ese lado de la isla tiene una mala ostia que para qué. Imposible bañarse sin jugarse el tipo


Ya veis que pinta

Por cierto, los puntitos que se ven son pescadores malgaches jugándose el tipo.

Aprovechando manglares y conectando lagunas, ya los malgaches a lo largo de los siglos XVI al XIX iniciaron la construcción de un canal artificial que corre paralelo a la costa este. Pero fueron los franceses a finales del siglo XIX los que hicieron de ese proyecto realidad, haciendo como os digo un canal que mide la friolera de seiscientos cincuenta kilómetros y que discurre paralelo a dicha costa. Este canal es el "pangalán" y es navegable para barcas de pequeño calado siendo la vía fundamental de abastecimiento de esa zona del país. Y como no, es la vía de salida de todas las caríííísimas especias que se dan en este fértil y fecundo oasis. Ya os podéis imaginar que la mano de obra que se utilizó para ese canal pues..... cobraba...... casi nada. Lo hacían por tener derecho a la nacionalidad francesa. O sea, cero.

Hicimos tres días de navegación a ritmo "mura-mura", o sea lento y sin prisas. Fue un gozada de viaje, unos días de tranquilidad en los que lo único que hay que hacer es ver pasar la vida de las orillas. Por la noche fondeábamos en la orilla, montaban el campamento, cena, risas y descanso. Como os digo, una experiencia muy bonita. 

Todo circula por ese canal. Todo entra y sale a través de el mismo y la vida de las personas dependen de ese tráfico. La foto que encabeza estas líneas es nuestro barquito


El pangalán


Y el panorama a las orillas


Viendo pasar la vida a ritmo malgache

Hicimos numerosas paradas que nos permitieron conocer la vida y milagros de los malgaches y sus poblados. Una vida dura, pero dura dura. Y jodida.


Haciendo la colada


Uno de los atracaderos locales

Estos poblados son bastante mas pobres que cualquier otro lugar que yo he visto con anterioridad, sea Asia o la misma África continental



Fijaos en el fueraborda. Con un motor de coche y cuatro apaños
malgaches, a funcionar. Si es que son de un "espabilao" que para qué


Un pueblo cualquiera. En la parte baja se cobijan los pollos
y animales de granja que tienen



Con estas hierbas tejen los cestos que son parte fundamental
de cualquier proceso en la isla 


Y un pequeño tenderete con sus cositas a la venta

Como os digo, todo el comercio se hace a través del canal. No hay otra forma, los caminos son prácticamente inexistentes y lo poco que hay es impracticable para un vehículo


Fijaos en el scooter en la toldilla


Y la vida cotidiana malgache. En esencia, ver pasar el tiempo


Os conté hace días que la forma de desplazarse por el país son los pequeños autobuses colectivos que denominan "taxi-broussses". Pues en el canal los llaman "baton-brousses", ya veis que el malgache no se vuelve loco con la semántica.

Parábamos varias veces al día a dar un paseo por las aldeas de las orillas. Y ver el medio en el que tienen que vivir, sin lo que para nosotros es lo más básico, te pone los pelos de punta. Críos con falta de proteína, chabolas sin ningún tipo de ventilación o chimenea y con la cocina dentro, pollos viviendo debajo de dichas chabolas (recordad lo de la fiebre aviar y demás), niños llorando y pasándolas putas por una triste otitis...... el Madagascar del día a día y no el del turista que mira.



Nuestra cocina, en cuatro metros cuadrados no veáis lo que eran
capaces de preparar


Y aquí, con nuestro cantante particular

La experiencia de esos tres días fue muy bonita. Ver pasar el tiempo a ritmo malgache y conocer tan de cerca su día a día es muy enriquecedor desde un punto de vista humano. Te cambia muchos esquemas. Las personas que se encargaban de hacernos el viaje sencillo se volcaron en nosotros. Un chico que era quien gobernaba la barca, nuestro capitán, que lo mismo hacía de mecánico que por la noche de músico, cantante y bailarín. Una cocinera que en cuatro metros cuadrados preparaba unos menús espectaculares. La guía local, una tímida chiquilla pendiente siempre de todos. Y como no, algo que nunca falta en África, nuestro músico particular que amenizó la singladura con voz y guitarra.

Además iba con nosotros otra barca de apoyo en la que iban nuestros equipajes, tiendas de campaña y equipo de acampada y toda la impedimenta. Un lujo llegar al punto de fondeo y ya tener el campamento montado. Por cierto, como siempre os digo que los malgaches son "espabilaos", hasta equipo de iluminación nocturno y ducha portátil llevábamos.

Y una noche nos cenamos dos doradas de casi cinco kilos por pez. Aun se aparecen en mis sueños y en mis papilas gustativas. 








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