lunes, 25 de diciembre de 2017

Capítulo ducentésimo décimo octavo "¡DE TREKKING!"

Música de hoy, vamos con un poco de música navideña. The Pogues "Fairy tales of New York"






Creo que los amigüitos habréis notado que de este último viaje que he hecho hablo de el con cariño y hasta con emoción. Como os dije al principio de estas crónicas, ha sido una vuelta a mis inicios de viajero, al tiempo en el que había lugar a las sorpresas.

Una de ellas fue la experiencia del trekking. Pero no un paseo más o menos largo de un día; no es eso. Es coger tu mochila y estar un par de días o tres alejado de la civilización, sin ver a mas personas que las que son tus compañeras. Este viaje a Madagascar incluyó esa experiencia, que me rememoró a veintitrés años atrás, cuando hice el tour por Nepal.

Solo que esta vez, el trekking tenía sabor africano. Que como todo lo africano, es diferente a lo que ocurre en cualquier otro lugar del mundo.

La experiencia comenzó tras una mojadura en otro parque nacional, de la que os hablaré otro día. Después de mojarnos como peces cogimos nuestro valiente autobús y nos encaminamos hacia otro de los parques de Madagascar, el de Andringitra. Dejamos nuestro rocinante habitual y cambiamos la montura por unos aguerridos todoterreno. Por delante, un par de horas de botes y mas botes. 

Por fin llegamos a una aldea de cuyo nombre no me quiero acordar. Cervantino que me encuentro hoy, pardiez. Allá la sorpresa fue encontrarnos con la "crew", con la "tripulación", que iba a contribuir a hacer nuestro viaje más llevadero. Para que os hagáis idea del montante de lo que íbamos a mover, si nosotros éramos trece personas; ellos,entre cocinero, ayudantes, el del agua, los músicos, los porteadores de equipaje, los guías oficiales y demás, movíamos del orden de otras quince personas. Vamos, toda una expedición en toda regla

Decir que esos cargos que os he citado son "intercambiables". O sea, que hay un cocinero oficial, unos guías oficiales, porteadores oficiales...... pero que luego todos hacen de todos. Todos guisan, todos portean, todos guían y sobre todo, por la noche, todos son músicos. Así es áfrica y los africanos

Pues la primera tarde encaramos un paseo, que fue eso, paseo, de unas tres horas para llegar a un albergue de montaña donde íbamos a pernoctar. Todos estábamos un tanto intrigados por la "calidad" del albergue, pero la sorpresa fue muy agradable al encontrarnos con un lugar que no tiene nada que desmerecer de cualquier otro albergue de montaña europeo y que creo que supera a algunas de las casas rurales que pueblan España.


Este es el recibimiento que nos brindaron


Y esto la "crew" que nos acompañó y facilitó nuestro trekking
Fijaos en el del tambor. Música, que no falte


Inicios del paseo del primer día


Y mis compañeros de viaje, que estoicamente me 
soportaron durante tres semanas


Uno de nuestros guías locales. No sé como hacía el tío
pero estaba siempre o sonriendo o riéndose


El albergue en el que pernoctamos la primera noche. Mirad
que pinta tan bonita. Y el todoterreno, un poderoso Defender británico.
El mejor todoterreno de la historia

Tras alojarnos, vino el ritual habitual. Te lavas (en mi caso, me quité lo mayor) y a cenar. La verdad es que no sé como con tan pocos medios hacen unas cosas tan ricas y tan abundantes. Y tras la cena, pues pasó lo que siempre pasa en África. Empezaron los bailes y la música, que fue subiendo de tono según, curiosamente, bajaba el nivel del vino que había en el baginbox. Curioso, muy curioso.

Por la noche tuvimos visita. Los rangers del parque vinieron a conocer a los bazaas que allá estábamos. Y me sorprendió agradablemente su profesionalidad. Uno vigilaba su todoterreno de patrulla, otro estaba en el quicio de la puerta y otro estaba sentado en la mesa tomando café. Se iban turnando, pero en todo momento hacían su papel. Sí que me pareció raro que fuesen armados con rifles de asalto, pero por lo que contó Yolanda, nuestra guía, se estaban dando cada vez mas casos de robo de ganado y de cuatreros, y la población local dirimía esos asuntos a tiros. Y dado el caso no puedes ir armado con menos que tu oponente. Así que ahí estaban los rangers acompañándonos y con el AK-47 a la espalda.

Creo que son cosas de la edad, pero yo era el más madrugador del grupo. Ese día me levanté aún de noche y me lié a hacer alguna foto. Bastante mala, lo reconozco, pero bueno, son mis fotos



Amaneciendo


Y desde el otro lado

Y nuestra "crew" esperando el desayuno. El perro a lo suyo, a
quitarse las pulgas de encima


Y los chavales de la aldea, viendo las cosas tan raras
que hacemos los blancos. A quién se le ocurre subir un monte
habiendo como hay un camino. Que cosas hacen estos blancos

Y por cierto, que ese día contemplé de premio una muestra impresionante del efecto foehn del que os hablé en esta entrada. Cosas que se aprenden en los viajes


Tras un copioso desayuno iniciamos la ascensión. El día prometía; no mucho calor y despejado y sin viento. No pude menos que morirme de risa por la pinta que llevábamos, tanto los locales como los foráneos. Era para ver a uno de los porteadores con un par de pollos colgando, vivos por supuesto y aleteando, dado que no estaban muy contentos con el destino que les esperaba esa noche. Evidentemente la única forma de transportar carne en esos lugares es así, llevándola viva contigo e ir dándole matarile por el camino según la vas "necesitando". Otra similitud con los tajos de albañiles con los que lidio a diario era que el más joven llevaba las tareas más duras. Un chaval de no sé su edad, quince o dieciséis, iba cargado como un mulo con un montón de litros de agua. Por supuesto que cada uno de nosotros llevaba la suya, pero el pobre crío a cada parada nos ofrecía. Evidentemente no era por agradarnos, era por ir descargándose de lastre. Y cuando veía que cada uno sacábamos nuestra botella sonreía y recogía la suya. Imagino que por sus adentros diría algo así como

"COMONOREVIENTAS HIJODELAGRAPUTA, QUEVOYCARGADOCOMOUNANIMAL". Yo por lo menos, lo hubiera pensando

Coronamos el collado, como dicen los que saben, y brazos en jarra contemplamos el valle, que es lo que hacen los montañeros cuando llegan arriba. Un tente en pie, un poco de descanso e hicimos un pequeño recorrido circular por la cima. 


Vista del valle del que veníamos




Reponiendo fuerzas tras el repecho

Allá dimos un pequeño circular y nos mostraron una curiosa planta. Esta


Tiene una peculiaridad. Que en según que condiciones, puede
utilizarse como explosivo


Y una vista del valle hacia el que nos encaminábamos


Iniciando el descenso. Fijaos en las escaleras talladas

El tema de las escaleras tiene tela, como todo en Madagascar. Para hacer un trekking en Madagascar es obligatorio por ley contratar los servicios de porteadores, cocinero y guía. Es una forma de dar trabajo a la gente del lugar y a mi particularmente me parece muy bien. Es lo único que tienen, su paisaje y sus montañas, y tienen perfecto derecho a explotarlo. Ahora surge lo de siempre ¿Como cuido y mantengo el entorno? Pues el gobierno lo que hace es pagar a estos que hacen de guías y porteadores en las épocas en las que no hay turismo para que arreglen y acondicionen los senderos. Con esto, como nos comentaba Yolanda, nuestra guía, consiguen poco a poco y año tras año que los senderos estén mejor acondicionados. La bajada era una escalera continua, todo un reto para los cuádriceps

Al salir de un recodo tuvimos esta vista


Nuestro campamento

Qué queréis que os cuente amigüitos, es todo un lujo llegar abajo y tener ya las tiendas montadas al lado de un río con aguas frescas y cristalinas como en Europa es difícil encontrar.


Una vez abajo

Dejamos los trastos y nos pegamos un reconfortante baño en una poza. A mitad del mismo, apareció uno de los porteadores con ¡¡¡TE, CAFE Y GALLETAS!!!. Vamos, me sentí rico en ese momento. Y digo rico, que millonario es cualquiera que tenga un millón. Y no es lo mismo ser rico que millonario. Las coordenadas de la poza, por si queréis ir, son -22.129161, 46.8441

Vuelta al campamento y esto es lo que había


Preparando la cena ¿Pero es que estos tíos no descansan?

La cena estaba cojonuda. Y ya veis, con cuatro perolas de las de aluminio y fuego de leña. Guisan que te cagas

Tras cenar ¿Que se hace en África? Pues eso. Toca música y bailes. Yo los miraba alucinado. Habían madrugado más que nosotros, nos prepararon el desayuno, nos habían subido gran parte de la carga, nos habían adelantado por el camino, nos montaron el campamento, nos hicieron la cena, lavaron los cacharros y aún tenían ganas de bailar y tocar el tambor y la pandereta. Es que son de hierro.

Esa noche aluciné con las estrellas. En un lugar con altitud, sin niebla ni contaminación y sin luces, parece que se te cae el cielo encima. Y ver la vía láctea con semejante esplendor es impresionante. Cosa que no veía con tanta intensidad desde mi otro viaje a Namibia. Es lo que tiene África, que ves los cielos mas impresionantes del planeta. Hasta con luna llena como había el cielo era un espectáculo


Fuego de campamento y baile. África

Tras la serenata, a dormir y a reponer fuerzas. El trekking del día siguiente era cuesta abajo, más llevadero. Pero el día amenazaba con ser mas caluroso, cosa que a mí particularmente me jode bastante.



Por cierto. Imagino que a estas alturas estaréis todos preguntándoos algo básico, esencial, necesario e imprescindible. 

¿Donde hacíais cacas?

Pues hasta una letrina tenían preparada en la zona de acampada. A distancia prudencial, por supuesto


Amaneciendo y empezando la tarea

Iniciamos el descenso a nuestro destino, el camino eran unas cinco o seis horas. Ya en esta etapa nos encontramos con alguna aldea local.


Los críos del pueblo, a ver a los blancos que hacen cosas 
raras.

Durante esta etapa nos encontramos a personas que habían montado pequeños tenderetes con sus cositas para intentar vender algo a los blancos. Pero no es como os he dicho que hacen en cualquier otro lugar. No te atosigan (que si lo hicieran están en su derecho). Simplemente te saludan y te sonríen. Y eso se agradece, sobre todo yo, que soy mucho de sonreír.


Una niña moliendo el grano. Fijaos que abulta lo de dos cubos
y ya está dale que te pego al molino

La primera parte del día acabó en un hotel de los que aquí llamaríamos "con encanto". Un sitio muy bonito y agradable, con pequeñas cabañas muy integradas en el paisaje. Algo hecho con gusto y "con las cosas que da el lugar". Madera, adobe y revoco blanco. Pero como os digo, todo muy bien dispuesto. Y la ducha con el cielo por techo. Un placer pegarte una ducha nocturna viendo las estrellas.


Nuestras cabañas en Tsara Camp


Y el comedor y porche

Esta segunda etapa para mí fue dura, por el calor que a mí es que mata. Nuestra "crew" se despidió de nosotros como siempre. Con música y bailes. La madre que los parió ¿Es que no se cansan?

Por la tarde dimos un paseo por un bosque cercanos a ver los lemures, esos prosimios que solo están en Madagascar. No pongo fotos por que son una puta mierda las mías, a ver si alguno de los compañeros de viaje fotógrafos que iban me hace llegar alguna y la cuelgo, que merece la pena

Por hoy ya vale, que se me ha ido la mano con esta entrada en cuanto a longitud. Si habéis llegado hasta aquí, ya tiene mérito. Es que me pongo a rememorar cosas de este viaje y me quedo solo. 

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