lunes, 30 de octubre de 2017

Capítulo ducentésimo décimo "De vuelta a África"

Música de hoy, vamos con cosas de Madagascar





Ya lo dijo el viejo Albert, el gran físico, eso de que el tiempo es relativo. Hace pocos meses me reencontré con una amiga a la que hacía casi treinta años que no veía. A los diez minutos de charla, parecía que solo habían pasado unos pocos días desde la última vez que nos vimos. De ahí eso de la relatividad del tiempo. Con los viejos amigos, por mucho tiempo que haya pasado el reencuentro hace que esa distancia temporal se elimine

Eso es lo que ocurre cuando vuelves a África. Sales de tu megaaeropuerto de diseño en Europa. Sales abrigado, sobre todo si haces el viaje en los meses que a mí me gusta. Sales con prisa, como se vive en nuestro continente. Y sales avinagrado, malhumorado y estresado

Y llegas al aeropuerto africano que es tu destino. Abren la puerta del avión y te encuentras que en vez del finger que te dirige al edificio terminal, te encuentras en mitad de la pista bajo un sol de justicia y con una luz cegadora. Te encaminas a un autobús que tiene todas las trazas de haber conocido tiempo mejores hace décadas. Pasas a un destartalado edificio y vas hacia la fila de inmigración, todo con un perfecto desorden. 

Un funcionario amodorrado reparte los impresos de entrada. Otro funcionario aburrido estampa cuño tras cuño en tu pasaporte, llenándolo de sellos multicolores. Ya estás dentro. Todo dentro de un caos organizado y bajo unos ventiladores somnolientos que mueven la calima

Cruzas a buscar la renqueante cinta de equipajes, rezando eso de "jesusito de mi vida....." para que haya llegado la maleta. Cuando la recoges te maldices a ti mismo por haber dudado. Siempre llega.

Otro autobús que también conoció tiempos mejores, pero mejor que el "que llevan ellos", te recoge y te trasporta a tu hotel. Estás deseando de llegar, una hora mas en el aire y te salen plumas. Te incorporas al tráfico e indefectiblemente tu guía te dice lo de siempre

"El tráfico está imposible en.............. nos costará un par de horas recorrer diez kilómetros"

En los puntos suspensivos puede ir Dakar, El Cairo, Nairobi o como era este caso, Antananarivo. Da lo mismo, todas las ciudades africanas funcionan con el mismo desorden organizado.

Y de nuevo, la gente. La gente es lo que más te sorprende en África. En el África visitable, por supuesto. No me refiero a Mogadiscio o a Lagos. Eso es otro cantar. La gente en África tiene dos características que los hace diferentes a nosotros. Nunca tienen prisa y nunca se enfadan.

Da igual los años que lleves sin volver a África y da lo mismo el país al que llegues. África sigue siendo la misma, igual de amable, igual de sonriente, igual de hostil e igual de peculiar. Tu, te reencuentras con una vieja amiga y compruebas con placer que sigue siendo la misma seductora que siempre lo fue

Y te maldices a ti mismo por los años perdidos en los que no la has visitado y no has gozado de ella. De esa luz tan suya, de ese puto caos y ese frenesí que se vive en las ciudades y de la modorra y la paz que se respira fuera de ellas

Pero además te das cuenta de que Madagascar es otra cosa. Es otro África; mas profundo, mas rural; mucho mas africano. 

Partí de casa con dos premisas. No había leído nada sobre el país; esperaba que me sorprendiera y eso lo conseguí. A cada curva de la carretera, en cada vuelta de las sendas de trek y en cada esquina de cualquier pueblo, me esperaba una sorpresa. La otra promesa era volver a viajar con el espíritu de hace veinticinco años. Esto es, haciendo muy pocas fotos (ahhhh....... los años gloriosos de la foto analógica, en la que había que revelar y era caro) y trayendo los recuerdo en la mente en vez de en la cámara. Esto no lo pude conseguir. Aún sin quererlo, el dedo se te va al disparador. 

He vuelto de Madagascar con la clara intención de que si no hay problemas, mi próximo viaje será de vuelta a ese país. Eso sí, a los amigüitos que no conozcáis África no os lo recomiendo como primer destino. Id primero a una África mas "peliculera", la de los safaris. Es la mejor forma de empezar a conocer y a amar a este continente. Y después, lanzaos de cabeza a este caos amable que es Madagascar. 

De verdad, no se como carajo he hecho para estar cinco años sin pisar tierras africanas. He hecho el gilipollas y he perdido el tiempo.

La foto que encabeza es un maravilloso taller de reparación de bicis. Los malgaches (gentilicio de Madagascar) son listos como el diablo. Madagascar es un país que prácticamente ni exporta ni importa. Y mucho menos importa en el panorama internacional. Sus habitantes se las tienen que apañar con lo que tienen a mano y cualquier cosa es reciclada infinidad de veces. Ya os iré contando cosas curiosas de ellos

Sigo con el reportaje fotográfico. Mirad el juguete del galopín este, que magnífica BTT


Y estos críos que vinieron a saludar. 


El sistema de transporte dentro de la ciudad. El UPS local; el carro empujado. No veas la velocidad que cogen cuesta abajo. Le ponen volante y frenos, y todo tecnología propia. Ríete de las goitiberas.


Para acabar por hoy, os dejo esta foto de la pescadería local. Fijaos en el tamaño de las moscas


Este viaje ha sido genial. Os iré hablando de las noches en Madagascar, de sus playas, los canales, sus ciudades y pueblos, sus gentes (que son las ostia) y sus paisajes. De verdad, he vuelto con treinta años menos.



1 comentario:

  1. De acuerdo con todo lo que escribes!!A mí también me encantaría volver, pero aún me queda mucho por conocer...

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