lunes, 5 de diciembre de 2016

Un hombre íntegro

Música de hoy, el himno anarquista "A las barricadas"



Han pasado ya ochenta años del comienzo de esa guerra civil que llenó el suelo de España de sangre. Tenemos una idea de que acto como ese no se vivió en Europa

No es cierto

Europa también se desangró a lo largo del la segunda mitad del siglo XIX y primera del XX. Evidentemente a cada uno le duele lo que más cerca tuvo, pero sangrías mayores que la nuestra se vivieron en Francia, en Rumanía y en Italia. La guerra civil española fue dura y recia, pero no lo fue más que otras de las que ocurrieron en Europa. Proporcinalmente, en Rumanía murieron más personas; y en Italia a lo largo de todos los conflictos que tuvieron, también murieron más personas. Y también de esa forma tan sucia como se hizo en nuestro país.

Pero en todos los lugares hay personas cuya talla moral se eleva por encima de sus contemporáneos. Hoy os voy a hablar de la persona que encabeza estas líneas, Melchor Rodriguez. Un tipo curioso y valiente.

Era poeta aficionado, bueno, más que poeta era "rimador". Eras calderero, estañador y chapista. Afiliado al sindicato de la CNT, militante de la FAI y torero en sus ratos libres. Vaya, que le daba tiempo para todo. Y consiguió el curioso record de ingresar treinta y cuatro veces en prisión durante toda su vida; tanto en la época de Primo de Rivera como con la II República como posteriormente a la guerra en la época franquista. 

Tras el golpe de estado del 36, todo el sistema garantista se derrumbó. En ambos bandos una vida humana valía muy poco. "Cunetear" a una persona era el pan suyo de cada día y los juicios que se celebraban, caso de que los hubiera, no dejaban de ser una auténtica farsa.

En medio de este panorama fue elegido en Madrid Melchor como director de prisiones. Las "sacas" de las cárceles estaban a la orden del día. Cada vez que llegaban noticias del frente de alguna victoria del bando sublevado o de que se produjeran bombardeos sobre Madrid, la venganza se cobraba su cuota en forma de fusilados a discreción.

Melchor Rodriguez puso fin a esa barbaridad. Poniendo en riesgo su vida llegó a enfrentarse a una multitud que pretendían seguir con esas sacas discriminadas. El mismo llegó a llevar a presos a la Embajada de Rumanía para evitar que fueran asesinados. No tuvo ningún problema en donar su sangre para poder operar a un falangista. Melchor era un tipo fiel a sus ideas, hacía su trabajo... pero no esta ningún mandado ni se arrugaba. Un hombre íntegro

Evidentemente un tipo íntegro mal lo tenía en aquellos años en cualquiera de los dos bandos. Pronto algunos de sus compañeros de la CNT empezaron a señalarlo. Pero el siguió haciendo lo que su conciencia le dictaba que tenía que hacer

¿Porqué lo hacía?

No era por caridad ni por zarandajas de esas. Era por que creía en la legalidad y era un ferviente seguidor del sistema garantista, quizás por que a él se le habían negado esas garantías decenas de veces. Creía en la libertad y en la justicia.

Se estima que salvó de la muerte a unas doce mil personas.

Tras perder la República la guerra, fue juzgado y condenado a muerte. Esa pena fue conmutada a treinta años de prisión. La intercesión de decenas de falangistas dejó esa condena en cinco años y quedó libre.

El resto de su vida vivió humildemente de vender seguros. Y siguió militando en la CNT  y luchado por mejorar la vida de los presos en las cárceles franquistas

Murió en 1.972 y su funeral fue digno de una película de Berlanga. En su funeral sus compañeros cantaron el himno anarquista "A las barricadas" y los falangistas que fueron a su funeral rezaron el padrenuestro. Una bandera roja de la FAI cubrió su ataud, y encima de esa bandera, un crucifijo

Tras su muerte, aun consiguió algo. Hace poco tiempo, en esta época de tontuna que vivimos, el partido de Ciudadanos llevó la propuesta de que una calle de Madrid llevara su nombre. Todos los grupos políticos de todo el espectro municipal, todos, apoyaron la iniciativa

Habrá sido de las pocas veces que en Madrid se hayan puesto de  acuerdo para algo. La última hazaña de Melchor

Le llamaban "el ángel rojo", pero a él no le gustaba el sobrenombre.

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