miércoles, 6 de julio de 2016

Víctimas de la intolerancia

Música de hoy, vamos con algo de Francia, Edith Piaf "La vie en rose"




Hoy os voy a contar una historia vieja y actual, una historia de intolerancia, de venganzas barriobajeras y de odio. Y de como las masas aborregadas pueden cometer todo tipo de atropellos con total impunidad. Como os digo, algo viejo pero actual, no hay más que poner el telediario

El pasado uno de julio se cumplieron 250 años de la atrocidad que os voy a contar. 

Realmente no se puede considerar la historia como una serie de hechos aislados y puntuales. Todo ocurre por algo y ese algo es un antecedente. Cuando oigo a alguien, y sobre todo cuando ese alguien es un político, contar las bondades de la Revolución Francesa se me revuelve el estómago. Al final, fruto de esa revolución, 300.000 franceses perdieron la vida en la Plaza de la Vendome y acabaron con su cabeza en una pica. Pero esta barbaridad, esta atrocidad, fue el resultado infecto del despotismo que unos pocos ejercían sobre los demás. Al final, cambiaron los déspotas, aunque es bien cierto que cosas quedaron de aquella revolución y algunas buenas.

Esto sucedió pocos años antes de la revolución y nuestro protagonista es un chaval de una familia acomodada, Jean Lefevre, conocido como "caballero de La Barre". La época es en la que unos pocos aristócratas y unos cuantos clérigos podían disponer de la vida de cualquiera a placer.

Corría el año 1765 en esa Francia que os digo cuando en Abbeville, una ciudad del departamento del Somme francés, apareció un crucifijo dañado en uno de los puentes. El alguacil de la ciudad hizo un informe diciendo que el Cristo había sido dañado en una pierna.

La ciudad montó en cólera ante el sacrilegio y se movilizó todo para localizar al malhechor. Los esfuerzos fueron en vano y el responsable no apareció; esto hizo que el obispo de Amiens tomara cartas en el asunto amenazando con la pena de excomunión a quien sabiendo el responsable lo protegiera. No había pruebas contra nadie, pero inmediatamente empezaron los rumores y lo más asqueroso del ser humano afloró. El teniente de la ciudad, de nombre Belleval, llevado por el odio que sentía hacia la familia de Lefevre culpó a este y a otros dos ciudadanos del hecho. Y no contento con ello, no tardaron en aparecer otros despojos humanos que acusaron a la tresena de no quitarse el sombrero ante las procesiones y cantar canciones obscenas en las tabernas. La mentira estaba urdida; el primer hecho parece que era cierto, el segundo tampoco se probó.

Evidentemente, nuestros tres amigos negaron todo, pero bajo tortura todo se confiesa..... o no

A Lefevre lo torturaron horriblemente. Acabaron cortándole la lengua y las manos, pero aún así no asumió los hechos. Cuentan que lo último que pudo pronunciar fue "No creo que un hombre tenga que morir por haber hecho tan poco". Un hombre..... de diecinueve años.

Lefevre acabó en la hoguera, pero previamente le clavaron un clavo en el pecho y de el colgaron un libro de Voltaire que fue quemado junto con su cuerpo

Y fue Voltaire el que horrorizado ante el hecho intentó rehabilitar la figura de Jean, metiéndose con la arbitrariedad de la justicia real y eclesiástica. En 1793, tras la revolución, su figura fue rehabilitada ye en 1897 se erigió una estatua que se colocó en la colina del Sacre Coeur en París.

Pero ahí no acaba la infamia, El gobierno títere de Vichy fundió la estatua en 1.941 con la excusa de que "necesitaba metal para la guerra"; eso sí, no se fundió ninguna estatua ni de reyes ni de obispos o cardenales. La del pobre Jean esa sí que acabó en el alto horno.

Actualemente hay otra estatua en su nombre. Y con una máxima "La tolerancia universal es la más grande de las leyes"

Cuando vemos la tele y asistimos al espectáculo que el ISIS nos ofrece a diario en Siria y nos echamos las manos a la cabeza, que no se nos olvide que hace escasamente 250 años aquí estábamos igual.

In memoriam. 250 años después.










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