lunes, 2 de mayo de 2016

Cuanto hijoperra suelto

Música de hoy, el circo del sol "Alegría"




Pues resulta que un día abro la puerta del coche para iniciar la jornada laboral y una bacteria del tamaño de un perro me planta cara. Decidí en ese momento que ya era hora de lavar el auto, que parecía una auténtica pocilga.

Aprovechando que tenía yo el día un poco suelto, llamo al lavadero de Calahorra, a ver que tal tenían el plan. Que sí, que fuera que me cogían el coche rápido.

Conociendo como conozco el percal, me cogí una novela de esas flojas que andan por casa y puse rumbo a La Rioja para proceder a desinfectar el auto. Llego y como había supuesto, había una media docena delante. Bueno, nada nuevo bajo el sol. Cojo mi novela y me dirijo a un bar que hay a la vuelta de la esquina, a tomar un café mientras esperaba.

Era entre semana y media mañana, así que no había prácticamente parroquianos. Me pedí el café y me senté con mi libro a pasar el rato hasta que acabaran con mi buga. Me chocó que había un chico joven, así a ojo de unos veinticinco años, limpiando la verja del establecimiento, una persiana de esas de mallas. Estaba a lo suyo, armado de cubo de agua y paño. 

Bueno, me sumergí en la lectura

Al rato el chaval se ve que había acabado con la tarea y entra al bar

"-Bueno, ya he terminado"
"-Pues toma, el café y la magdalena"

El camarero, que resulta que es el dueño, puso un café con leche y una pasta en la barra. Me fijé que el chaval iba correctamente vestido y que sus ademanes eran tranquilos y correctos. Pero algo de esa situación me estaba mosqueando. El joven untó la magdalena en el café y se la tomó

"-Estaba bueno el café. ¿Me da el paquete de tabaco?"
"-Es malo para la salud. Mejor que no, con el café y la magdalena es suficiente"
"-Pero habíamos quedado que yo le limpiaba la valla y usted me daba de desayunar y un paquete de tabaco"
"-Hala, que ya vas bien con café y la pasta. Que la cosa está jodida"

Me quedé boquiabierto. El chico había limpiado la verja a cambio de un desayuno y un paquete de tabaco. Aquella verja era para verla; tenía varillas, tubos, remaches, ángulos, esquinas y rincones por doquier y la había dejado como la patena. Llevado por mi ojo de aparejador, menos de dos horas no costaba limpiar aquello a base de trapo bayeta y pozal. Y el cabrón del del bar había pactado semejante chama, limpieza de verja por un café, magdalena y paquete de marlboro. Y ahora, sonriente, le negaba el tabaco

Y el chico no decía nada. Miraba asombrado al dueño del establecimiento y callaba de rabia.

Me levanté, fui a la máquina de tabaco y saqué un paquete de marlboro. 

"-Toma"

Es lo único que dije. El camarero se me quedó mirando como quien mira a un marciano. El chaval se metió el paquete en el bolsillo y salimos del bar sin decir ni media. El se fue hacia un lado y yo hacia el otro. No cruzamos palabra

Aquel día me sentí muy mal. No pensaba yo que el nivel de hijoputismo podía llegar tan lejos y tenerlo tan cerca. hace falta ser cabrón y malo

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