martes, 23 de febrero de 2016

A demoler

Música de hoy, Diana Krall "Fly me to the moon"




Pues ya tenemos final para este culebrón que se ha prolongado más que el consultorio de la doctora Francis. Tras diez años de tejemanejes, de idas y venidas, de sentencias y apelaciones el Tribunal Supremo ha fallado que el hotel es ilegal y que hay que derribarlo. Unos muy exultantes de alegría, el sector ecologista, y otros no tan contentos, los vecinos del pueblo que veían trabajo a la puerta de su casa. Como todo, cada cual tiene sus razones y para cada uno sus motivos son inapelables

Sentencia que ya no es recurrible y que como os digo, dicta la demolición del mismo hotel.

Hotel que tiene mamá y papá. ¿¿¿????? Qué me cuentas vallacuero. Claro, esos especuladores del ladrillo son los responsables. Parad amigüitos, que la cosa tiene miga. Que no es tan fácil

Para cuando se puso el primer metro cúbico de hormigón en la obra tiene que haber una serie de permisos concedidos en base a un proyecto presentado. Y esos permisos los otorga el Ayuntamiento de turno tras los informes pertinentes de un organismo superior. El Ayuntamiento es el de Carboneras y ese organismo de marras es la Junta de Andalucía. Esto es, que cuando se comenzaron las obras estas tenían todos los parabienes y bendiciones precisas. 

¿Qué supone esto? Pues que habrá que indemnizar a los propietarios de la obra. Ni más ni menos. Y que los costes de demolición y de restauración del paisaje serán a costa de...... todos, como siempre.

Los propietarios de las obras tienen pueden estar tranquilos. La administración otorgó licencia y eso es incontestable. Mal dada, eso sí, como han dicho los tribunales diez años después. Pero licencia tenían. Y es responsabilidad de la administración velar por el cumplimiento de las leyes que ellos mismos promulgan, no de los promotores del hotel.

Así que lo de siempre, a pagar entre todos. Todos ponen, como en la piruleta esa.

Sentencia tenemos. Pagar, tenemos que pagar. Pero responsables con nombre y apellidos de esta aberración, tanto urbanística como legar, de esos no hay. Ni habrá.

Diez años. Se dice pronto

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