miércoles, 10 de septiembre de 2014

Peralta es un pueblo de exprócritas

Música de hoy, sigue la charangada. Con Bakerías, los mejores "Que nadie sepa mi sufrir"


Retrotraigámonos varias decenas de años. Épocas que yo no conocí y que narro por el conocimiento que mis mayores me han transmitido. Que sepáis que los usos y costumbres de los pueblos fundamentalmente se han perpetuado por la tradición oral. Y eso es algo que en Peralta Monumental siempre se nos ha dado muy bien: hablar (normalmente mal) de nuestros vecinos

Pues eso. Una anécdota que me narraron mis mayores en edad, dignidad y gobierno. 

Décadas ha. Cuando la democracia ni se planteaba ni se la esperaba. Una época en que leyes, tradición y religión iban de la mano. Cuando lo sagrado era mucho más sagrado que lo que hoy es muy sagrado.

Y qué mas sagrado que la procesión de la Virgen de Nieva, patrona de Peralta.

Un vecino del pueblo, hombre salao pero un poco destalentao, decidió madrugar y proceder a la limpieza de estiércol en su cuadra. Sabed que una cuadra hace cincuenta años no era como las megainstalaciones actuales, con decenas de cabezas de ganado. Normalmente un par o tres de vacas componían la inversión, y la cuadra estaba en los bajos de la humilde casa que también alojaba a la familia.

Pues bien, este buen señor decidió proceder a la limpieza del establo, y no tuvo mejor día que ese para elegir, el domingo de la Virgen de Nieva. Madrugó, cargó el estiércol en su carricoche y lo sacó del pueblo para dejarlo en un montoncito en las afueras. Para hacer esto tuvo que recorrer toda la calle mayor con el carro y el caballo. Y entre lo que se caía del carro y lo que el propio caballo dejaba, la calle mayor quedó en un estado un tanto indigno como para acojer tan magno evento procesional. 

El entonces cuerpo de la policía municipal (o sea, el sereno y otro) sin necesidad de recurrir a análisis de ADN ni nada propio de CSI pronto dieron con el criminal infractor. Ni qué decir que la ayuda de las comadres del pueblo fue fundamental e imprescindible

Pues este pobre señor sintió en sus carnes y en su bolsillo el peso de la ley. Y este buen señor esa tarde, tras haber dado cuenta de unos cuantos chatos de vino, decía indignado apoyado en la barra de la taberna que acogía su amargura:

"Me han multado por haber sacado el fiemo el día de la Virgen. Peralta es un pueblo de exprócritas. Todos son unos exprócritas"

La verdad es que su punto de razón no le faltaba a este buen vecino. Nuestro punto de hipocresía no nos falta, no


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