jueves, 26 de diciembre de 2013

Capítulo octogésimo noveno “¿Pero esto…. ya será sano?”

El viaje por la Europa Central fue todo un descubrimiento. Como os digo, con veintisiete años y en buena compañía siempre se está a gusto. Amén de ser testigos de un pedazo de historia y comprobar a los dos años de caer el muro de Berlín como estaban aquellos países. Volví otro par de veces y el cambio había sido exponencial en poco tiempo. Afortunadamente para ellos

Allí, en plena estepa húngara, la Putska, viendo una extensión inmensa de mar de hierba amarilla y sin ningún obstáculo por medio tomé una de las decisiones que creo que han marcado mi vida. No sé si para bien o para mal, pero fue así.

Y allí es donde ví las mayores estensiones de llanura hasta que viajé al Asia Central. Ni siquiera las grandes praderas americanas tienen esa similitud con el mar. Pero mar de matorral y hierba.

Hay un sitio curioso en Hugría. Está junto al lago Balatón. Que dicho sea de paso es el mayor de Europa. Hay un lago de aguas radioactivas en el que la gente va a “tomar las aguas”. El pueblo se llama Hevitz. O sea, es un gran balneario al aire libre. Y encima el agua está calentita. Pues por allí caímos los amigüitos. Lo que pasa es que era por la tarde y el balneario estaba cerrado. Así que nos quedamos sin zambullida. A cambio nos zambullinos esa noche en un mar de Varaks Palinka, un licor infame que los húngaros trasiengan con fruición y en el que nosotros nos dimos un merecido homenaje. Pero nos quedamos sin bañarnos.

Así que dos años después nos marcamos como etapa en nuestro viaje a Rumanía parar en Hevitz a buena hora y probar eso de las aguas radioactivas. Ese viaje fue una animalada. Primer día Peralta-Venecia, con paradas lo justo a comer los bocatas que llevábamos, hacer pis y poner gasolina. En un kadett sin aire acondicionado y en agosto. 1850 km nos chupamos. Y al otro día otros mil mas para llegar a Rumanía. Pero como os digo, parando en el andurrial radioactivo ese.

Ni cortos ni perezosos sacamos nuestra entradita al balneario. Y allí la primera desilusión fue contemplar a un puñado de bañistas todos con flotador y con una edad media de 65 años y unos cuerpos que mas que para enseñar estaban para tapar. Bueno, no habíamos ido a ver un desfile de modelos, así que nos pusimos los bañadoricos y echamos a correr por una plataforma de madera a toda pastilla. Llegamos al final y al grito de “bombaaaaa…..” nos lanzamos al lago haciendo el mameluco.

Primer susto, las aguas son muy poco densas y cuesta un huevo mantenerse a flote. De ahí el gadchet del flotador. Y nosotros como dos pavos tragando agua a toda velocidad. Más mal que bien alcanzamos la orilla ante la mirada de reproche de los jubilados por el escándalo que habíamos montado. Realmente, eso era un balneario de la tercera edad. Y ya en la orilla mi amigüito se queja de que se mareaba. Claro, con el agua a treinta y tantos grado que estaba, los tragos que se había pegado y el esfuerzo le pegó un bajonazo de tensión que por poco se muere. De hecho ya le dije, que si necesitaba el boca a boca por mi parte se iba a morir, que yo de eso nada.

Total que nos secamos y vimos la melonada que habíamos hecho. Un palizón de kilómetros para una sosedad. Pero bueno, por lo menos otra experiencia más y de todo se aprende

Así que lo de siempre amigüitos, siempre es bueno informarse de lo qué hay realmente antes de ir a los sitios “guiados por la intuición”

No hay comentarios:

Publicar un comentario