viernes, 10 de mayo de 2013

Tiempo de recuerdos.



Dentro de poco cumpliré mis bodas de plata de viajero, veinticinco años ya dando guerra por esos mundos de Manitú. Ya os dije una vez que hay visiones que siempre me acompañarán. Son recuerdos que por mucho que me esfuerce no os los podré contar como yo los viví, están en mi retina y en mi corazón pero narrarlos tal y como los experimenté no está a mi alcance. Mi joven pluma no da para tanto.

De hecho, algunas de esas visiones ni las fotografié, no tuve valor

¿Qué es lo que más echo en falta de mis primeros viajes? Que he perdido la capacidad de sorpresa. Es verdad, ya no me asombra nada. Y a vosotros amigos míos, tampoco. El mundo de la comunicación, internet, el IMAX, la tele….. para cuando hueles o tocas algo ya lo has visto cincuenta veces. Nada nos sorprende. Cada paisaje, cada monumento, casi cada persona la has visto antes de estar allí.

Los moradores del primer mundo sólo nos sorprendemos cuando una tragedia tiene nombre y apellidos.

Yo había oído hablar de la ablación, pero hasta que no tuve delante a una niña de siete añicos a la que le iban a hacer esa barbaridad no me helé de espanto. Conocía las enfermedades parasitarias, pero hasta que mi guía me hizo saber que los dos críos que me habían servido té iban a morir ese invierno no lo asimilé. Sabía de guerras y guerrillas, pero hasta que un borracho me apuntó con una ametralladora calibre 50 no pasé miedo. Evidentemente conocía las ventajas de nuestro sistema de seguridad social, pero hasta que no vi la cara a un anciano corrompido por el crack en las calles de Toronto no me di cuenta de que las pensiones no llegan a todo el mundo.

En la erupción del Nevado del Ruiz murieron oficialmente 22.540 personas, pero sólo nos acordamos de Omayra Sánchez, la niña que murió ahogada en esa charca pestilente. El mundo se indignó porque no se pudo hacer nada por Omayra, pero nadie nos acordamos de las otras 22.539 víctimas.  Omayra tenía nombre y apellidos

En el tsunami del 2004 hubo 144.000 muertos oficiales y 510.000 heridos. Vimos las imágenes en la tele. Y vimos como turistas jarra de cerveza en mano contemplaban el espectáculo de las fuerzas navales norteamericanas asistiendo a los heridos. Y lo vimos en nuestras teles de plasma tan tranquilos. Sin embargo, cuando pusieron en el cine la película de  “lo imposible” hubo que llevar ambulancias a los cines por que nos desmayábamos. La ficción nos ponía enfermos. Sin embargo la realidad la veíamos mientras cenábamos. En la película había nombres, apellidos y caras. En la realidad no, no había nombres.

Si en lo que ha ocurrido en el volcán Mayón no hubiera fallecido Sara hubiésemos leído la noticia tan tranquilos y habríamos pasado página a ver qué es lo que había hecho Osasuna o el Madrid. Solamente cuando una tragedia tiene nombre y apellidos para nosotros es cuando lloramos, sufrimos y nos espantamos. Si no, no. Si no hay una cara conocida, pasamos página. Y esta vez, por desgracia, estaba Sara

No es por maldad ni por desidia, simplemente en este bombardeo de noticias al que estamos sometidos en el primer mundo las paginas de periódico en cinco horas son viejas.

La familia de Sara no va a poder pasar página, para ellos la actualidad se va a quedar para siempre en el siete de mayo de 2013.

Pero el resto pasaremos página en pocos días. No pondremos apoyos en el facebook ni banderas a media asta por los cientos de personas que son masacradas a diario en guerras asquerosas, por enfermedades perfectamente evitables o simplemente por no llegar a un número mínimo diario de calorías. No lo haremos hasta que no tengamos otra vez en una tragedia alguna persona cercana y querida de nuestro entorno. Y yo tampoco, yo con escribir esto calmo mi conciencia de ciudadano del primer mundo.

Espero que la familia y los amigos de Sara, aunque no van a poder pasar página, puedan sobrellevar el dolor y la amargura que les va a dejar ese vacío y esa falta de una persona tan querida y entrañable como Sara.

Espero que nunca tenga que volver a escribir sobre un hecho similar al de estos tres días y que nunca tenga que volver a titular otro post como “tiempo de…..”

Un abrazo de los que duelen las costillas. Y mucho valor. Y mucho calor.

In memoriam.

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