jueves, 11 de abril de 2013

De como Salazar muestra su rostro



Pedro Salazar Ibiricu ha aparcado su DKV en las piscinas. Se baja de la camioneta y entra al complejo deportivo. La chica de recepción ha notado que se aproximaba por el olor a farias, soberano y pedos que precede a Pedro. Pasa la tarjera y se va al vestuario. No hay nadie, el resto de los usuarios han salido a toda mecha ante el hedor que desprende Pedro. Es el tributo que tiene que pagar por vivir en el anonimato:  la soledad.

Se quita los bombachos, la camiseta de tirantes calada, el calzoncillo de felpa, las alpargaticas y los remendados calcetines. Se ducha y se cambia. Se viste con su traje exclusivo comprado en Saville Row, se perfuma con Poivre de Caron, se pone en la muñeca su reloj Richard Mille  RM 027 Tourbillon y calzado con unos zapatos Testoni  sale de nuevo a la calle.

Si el personaje que ha entrado antes ha provocado la grima y la dentera de la chica que está en recepción, ahora la misma mujer lo mira con ojos arrebolados a la par que sufre una taquicardia a ritmo de danza del sable cosaca.

Accede a su exclusivo automóvil A12 (de hecho es tan exclusivo que Audi solo ha fabricado una unidad) y se dirige a atender sus complejos negocios de  venta de achicorias.

Reflexiona y se acuerda de ese bello pareado de Rubén Darío (insigne poeta nicaragüense):

“La vida es como un grajo, tan pronto estás arriba como te vas al carajo”.

Y Pedro medita acerca de cómo somos y de cuanta importancia le damos a las apariencias.

Siempre os he dicho que todo lo que aquí os narro es cierto. Y Pedro Salazar Ibiricu existe, existe en sus dos versiones. De hecho yo lo conozco. Pronto publicaré más fazañas de vuestro gran héroe, del cual estoy un poco celoso porque me está robando el protagonismo.

Para deleite de mis amigüitas, os dejo con unas fotografías suyas, las dos primeras en su faceta de rudo y desaliñado personaje y la tercera como millonario hortícola.

Ni Grey ni ostias. No me digáis, amigüitas, que este tío no es más interesante que el Grey de las sombras ese. Rudo y zafio investigador en busca del eslabón perdido, o millonario hortícola




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