viernes, 26 de abril de 2013

Capítulo sexagésimo octavo “ke kultoz zemoz”




Pues sí, no todos mis viajes son de ir puerco como un cochino y oliendo a nido de cigüeña promiscua. Viajes los hay de todo tipo, y hay tiempo para todo. También hay momentos para alimento del alma y del intelecto. No sólo de ir sucio vive el hommmmbrrre.

Por Nueva York, en el viaje en que los albañiles de la DKV se liaron a decir lindezas a la bella modelo (ver Capitulo quincuagésimo noveno “si es que esto es c...). En ese viaje teníamos previsto ir a un musical (vimos el pantasma de la ópera, del pesado de Andrew Lloyd) y una representación de ópera. Sí señor. Al Metropolitan de Nueva York.

Encima estrenaban “La Cenicienta” y la intérprete era Cecilia Bartoli. De escándalo.

Ese iba a ser el colofón de un viaje de tres semanas, dos por Canadá (¿os acordáis del Capitulo noveno, "que sitio tan estupendo para nau...) y otra por Nueva York. Ya os podéis imaginar que en nuestras maletas no había ningún traje de Armani ni frac. Y esa noche tocaba ir a la ópera. Así que a la hora de sacar las entradas tomamos precauciones. Uno de los suizos en la taquilla

“Que qué entradas cojo”
“Coge buenas, para una vez  que venimos”
“Oyeee, pregúntale al de la taquilla si hay que venir con algún tipo de etiqueta o traje”
“¿guachi guachi guachi?”

El de la taquilla pone cara de melón y contesta que no guachi no guachi.

“Que dice este señor que no es requerida ningún tipo de indumentaria”

Y salta el listo

“Yo ya lo sabía. Estamos en EEUU, no en la estúpida Europa. Esta es la tierra de las libertades y donde no rigen las idiotizadas costumbres europeas. Aquí cada cual va como quiere con tal de que no se meta con el vecino y………..”
“Hala, bien, vale, me alegro, calla cansao”

Llega la noche y nos vamos al Met. Según nos aproximamos veo una fila de Rolls aparcados. Una colección de visones y martas cibelinas impresionante. Y el que no iba de frac iba de chaqué. Y cinco elementos en vaqueros, camisa o camiseta. Y uno de ellos con el pantalón lleno de barro por que se había caído a un charco. Y se ponen en la fila con unos ocho mil ojos clavados en ellos (el aforo es de cuatro mil, entre de pies y sentaos). Que bochorno. Que bochorno tan espantoso

“A ver, listo. El de las costumbres. Que de acuerdo que no es obligatorio nada, pero el espabilado de la taquilla podía haber dicho que la costumbre era venir arregladico”

Bueno, entramos nos sentamos y disfrutamos de la función. A la salida, en pleno mogollón humano, uno de nosotros (apostad quien era) metiéndose la camisa por el pantalón y subiéndose el vaquero

“Ostia, deja de hacer el ridículo. Encima de que vamos como pordioseros tu haciendo garruladas”
“Oyee, que he adelgazado tres kilos en este viaje y se me caen los pantalones. Que quieres que le haga”
“Dios que de pueblo eres”
“Y tú que listo. El listo de la tierra de las libertades y bla bla bla”

Buen fin de semana amigos. Sed buenos

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